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viernes, 7 de septiembre de 2012

IMPONDERABLES Y "LA DESASIDA"



Siempre presentes en la vida, los imponderables. Sirven, según la lógica del contrasentido que rige a la humana existencia, para ponderar. Sopesar para desechar y aquilatar. Lo Imponderable me recuerda un requisito clave en la evolución personal:  talento para el desprendimiento constante o, mejor aún, práctica sistemática del desapego que anula la acción de desasirse asegurando gran antídoto para la frustración, sus penas, rabias y amarguras. 

Lo imprevisible ( a mis casi 50 años de respiración, Lo Previsible)  me comprueba que el  caótico azar es un gen constructor de la vida, me guste o no. Y continúa exigiendo de mi la transformación persistente e incesante que prepara para la Muerte. Dicho de otro modo - o al modo occidental-  otorga un mejor vivir: vida desasida, lejos del sufrimiento. Desprenderse es un derrumbe. Y a la vez es generosidad. Es separarse y desgajarse para permitir la liberación.

Volveré en Octubre para completar el último post correspondiente al Ciclo de Retratos y para retomar la publicación de mi Ejercicio de Ensayo. ¡Me cargan los pendientes!, sin embargo mi existir está construido sobre ellos. Es,  Lo Imponderable.

Por ello, desasirme, es mi misión.




LA DESASIDA
Gabriela Mistral

En el sueño yo no tenía
padre ni madre
 gozos ni duelos
no era mío ni el tesoro
que he de velar hasta el alba
edad ni nombre llevaba
ni mi triunfo ni mi derrota

Donde estuve nada dolía:
estaciones, sol ni lunas
no punzaban ni la sangre
ni el cardenillo del Tiempo
ni los altos silos subían
ni rondaba el hambre los silos.

Y yo decía como ebria:
¡Patria mía, Patria, la Patria!
Pude no volver y he vuelto.

De nuevo hay muro a mi espalda
y he de oír y responder
y, voceando pregones
ser otra vez buhonera.

Pero me iré cualquier día
sin llantos y sin abrazos
barca que parte de noche
sin que la sigan las otras
la ojeen los faroles rojos
ni se la oigan sus costas...

viernes, 17 de agosto de 2012

Gestos: elocuencia muda, silencio parlanchín.

El Arte Pictórico posee muchos poderes. Uno de ellos consiste en vislumbrar el espíritu de  los elementos, desentrañar las entrañas de la naturaleza -ente vivo que se expresa como un rostro- y, asimismo, ver los Signos que contienen el impulso del ánimo, el ánima que anima a todo semblante. La gestualidad de los rostros es un paralenguaje que desentraña emociones, huellas psíquicas, indicios que como arrugas se impregnan en la piel; rasgos interiores cuya memoria se plasma, aparentemente imperceptible, en cada rasgo. Mínimos pero profundos mohínes que constituyen señales identitarias en  una  persona, muecas que se han integrado a su expresividad permanente, a su cotidiana permanencia, marcas de expresión que expresan al Ser, señales que para el ojo de un retratista configuran el meollo del asunto. 

De igual modo, el pintor detenta sus propios mohínes y muecas, una determinada manera de Obrar -acto interno y técnico- que es actitud e intervención. El Retrato entonces se gesta en la fecunda intersección de los Gestos. El Gesto del Modelo tocado por el Gesto del Artista que es el guiño de su estilo.

Primero observemos la fotografía desde la cual nace el Retrato en cuestión...


(He optado por agrandar la imagen en beneficio de la apreciación de los elementos que menciono aunque se genere una cierta distorsión...)

Manuel Melero retrata a Francisco Cámara
Pastel sobre papel Canson
Intercambio de Retratos
Una Idea Mucho Arte



Lo que se elimina y lo que se selecciona, primera decisión, primera Estética. Francisco es  despojado de su  naranja moto, y del auto -que a pesar del segundo plano- en la fotografía adquiere relevancia. Se le desnuda del entorno y como en un zoom el pintor se concentra en su semblante y en el  árbol "fuera de campo", desenfocado; el Retratista recompone el fondo con el Gesto del árbol,  el árbol que deviene en ademán de color y en mancha trémula,  en ondular vibrante.  Lo acerca a la figura y le une a ella generando un símil con el pelo del retratado, foco de atención visual y de tensión plástica de intensa gestualidad que le otorga carácter al Retrato. Dicho eje gravitatorio se incrementa con la disposición diagonal- angular del cuerpo y el Signo del árbol

El Color muestra un gran manejo del medio pictórico que el artista utiliza en este Retrato: el Pastel, tal y como se aprecia en las carnaciones de la piel, en las luces y las sombras que modelan el tono del rostro. Se trabaja equilibrando las fuerza composicionales y visuales, sintetizando el cromatismo de fondo-figura: el azul de la vestimenta y el verde del árbol y el "chorreado" que replica los azules y los blancos del vestuario transmutados en un nuboso halo. Un juego cromático que junto con solucionar un asunto técnico, le otorga a la Pintura un detalle abstracto muy sensual, poderoso Gesto del Estilo. 

Melero se concentra en el Gesto del entrecejo, extrae su huella y realza la ceñuda marca. Lo incisivo de la mirada se devela, lo apacible tiembla como el follaje del árbol, como si un desasosiego despertara. Y los labios, un poco entreabiertos, también parecen desperezarse en su propia carnosidad, como a punto de abrirse y pronunciarse. La construcción de la expresión facial así como el fondo recompuesto expresan un leve, mas no sutil, crispamiento.  Cierto rictus irritado e irascible que dota de emoción a la Obra.

lunes, 6 de agosto de 2012

Lo Imperfecto como Estilo



"El papel del espectador, al igual que el del historiador, nunca es ingenuo, sino que se enfrenta a la Obra con unos presupuestos culturales para poder alcanzar su significado"
Erwin Panofsky



Al Observar el Retrato de Olga Vásquez realizado por Maribel González me pregunto: ¿es posible que una Obra conquiste su propio estilo fundándose en sus elementos defectuosos?. ¿Pueden ciertas anomalías formales instituir aspectos estilísticos e identitarios volcando en el tema y en el contenido expresado, una marca peculiar?, ¿será que una eventual respuesta depende de si el artista realiza estas imperfecciones ex-profeso o si es inconsciente de ello o si, simplemente, se trata de una carencia en la técnica?. ¿O ninguno de estos factores son, en suma, definitorios para la mirada que observa, para la comunicación que entre Obra y Público llega a producirse?


Y, continuando con las interrogantes: ¿cuando digo anómalo, imperfecto, carente, juzgo de modo inexorable negativamente el resultado?. Si consideramos -que en lo básico- el Estilo es un modo de hacer, una manera, una forma de expresión, el reflejo de un temperamento, un conjunto de características que hacen de una imagen un asunto singular y si, además agrego que me acerco a la Obra desde mis supuestos y creencias, desde mis propios aprendizajes, encuentro por lo pronto, algunas primarias respuestas:


La Crítica no juzga. Interpreta, reflexiona, analiza, crea y recrea. La Obra no es más ni menos por ella, se diversifica. La Obra, finalmente, cuando llega al espectador, se aposenta libre de los dilemas y altibajos del artista, lo "bien hecho" o lo "mal hecho" son categorías maniqueas vinculadas a  determinada ética y no a la estética plástica; en tal sentido lo que prima para mi es lo que la imagen me dice o me provoca, incluido lo que, desde cierta perspectiva académica, aparezca como fallido o irregular.



Se asemeja y a la vez el Retrato se distancia despojando al original de su tinte más humano, arrebatando la vida de la carne, poseyéndola para llevarla a otra magnitud y dimensión. En el Espacio Interfacial (concepto aludido en el post anterior), se provoca un giro cuya alteridad se impone áspera y en bruto, evocando la iconicidad estática y extática mantenida desde los dioses primitivos y paganos, hasta el cristianismo-románico; una reinstalación de la figura en un plano-otro, lo que implica una distancia, una descomunal distancia que arrebata el parecido, lo roba y lo consagra. "Lo sagrado" en su  vertiente fría y austera, despojado del concepto de belleza y perfección, despojado incluso del ansia de semejanza. Lo nefasto.

Si vamos al origen de la palabra "estilo" encontraremos que, en griego, significa columna y en latín, punzón: la rigidez columnaria y la herida flagrante del estilete sobre el original.


jueves, 26 de julio de 2012

RETRATO, Mismidad y Otredad


"Consigo una mayor cercanía mientras más me alejo"
Francis Bacon
Peter Sloterdijk, filósofo y teórico alemán nacido en 1947 denomina Espacio Interfacial a la tensión entre Identidad y Alteridad, un juego de espejos, de relaciones y rupturas especulares entre la filiación  que  identifica al si mismo y la alteridad que desde dicha procedencia permite Ser Otro. El ser humano se auto-comprende y es comprendido en una intrincada red de vinculaciones identitarias y alteradas, el Yo y el Otro Yo, el Si Mismo y su Alter Ego, lo propio, lo demás y los demás. En el Arte del Retrato, estos componentes se desatan de manera radical; el artista desde su mismidad aborda la otredad del retratado. Esta condición de Otro es para el retratado la identidad del artista y en ese espacio interfacial se deconstruye y reconstruye el rostro y el cuerpo, su identidad y alteridad. 

El carácter especular -realvirtual de la Pintura- quizás su más suprema esencia, su misterio profundísimo, se manifiesta en este retratar que sacraliza lo profano fijando en el silencio hierático de la imagen, lo siempre inacabado y cambiante. "No hay el menor atisbo de movimiento ni de dinamismo, o de fuerza potencial que pudiera ser desplegada en esos rostros convertidos en su travesía del límite, en autentico material sagrado. (*)


Una Idea Mucho Arte
Maite Rubert retratada por Laura Hernández
Intercambio de Retratos


Este Retrato establece una Estética Exaltada: percibimos la identidad de la retratada, alterada por la exaltación que la retratista imprime en el delineamiento de las formas, en la saturaciòn de la luz y sus resplandores, en la orgánica altisonante de la piel, en la incisiva configuración de los rasgos, en la acentuación aguda de texturas y brillos y en la matérica traducción del vestuario. 


Facciones y contrastes cromáticos se exacerban en una interpretación supra-estimulada del modelo. Laura y su mismidad  creativa provocan la otredad de Maite, Laura la exacerba, la sitúa fuera de sí; aunque la original permanezca claramente reconocible y semejante, lleva su Ser hacia lo grotesco ( que no es lo feo ni lo abominable ni necesariamente lo físico deformado), le lleva hacia lo inverosímil, a lo inverosímil de si misma, de ambos "si misma" y aunque respete la similitud y la verosimilitud del petitorio tradicional y el retrato sea un símil, la transforma en un Otro, caricatura de su Identidad, sacro espejo. 


Cualquiera sean las estratagemas... un retrato siempre implica -como bien testimonia Bacon- un feroz distanciamiento. Una lejanía que acerca puesto que en dicha alteridad anida el Yo que buscamos.


La técnica permite lo anterior. El oficio lo permite, el dibujo que sostiene y estructura lo pictórico imprimiendo su huella gráfica en el óleo. El talento hacedor que sustrae lo álgido del  Ser y su Parecer como si se exprimiera la significación de cada uno de sus detalles, sabiendo que aquel Todo adquirirá un nuevo rostro que busca retratar lo in-retratable: un alma intensa, impregnada, inmensamente  viva.


Hay una verdad en el Modelo. Hay un hechizo. Hay un don para recibirlo y ampliarlo y amplificarlo en la escrutadora mirada de la artista, está la magia de dar carne y espíritu a lo muerto, lo que somos, como el Arte, verdad y mentira, realidad y ficción.


LILITHrelatos, Evaprimera, un blog en construcción 



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(*) Adolfo Vásquez Rocca ( Espacio Interfacial /Sloterdijk )

martes, 17 de julio de 2012

RETRATAR, en palabras de Malraux: "La llama de la Vida Inmortal"

Detalle Retrato de El Fayum, Egipto
Siglo II D.C


La tendencia a retratar es primigenia en el Arte tal y como el impulso retratista es originario en todo niño y niña desde la más temprana edad. Más allá de las formas, las técnicas y los estilos, más allá de la menor o mayor semejanza con la apariencia del modelo, la reproducción de lo que nos rodea, del si mismo y de los demás pareciera ser un instinto básico de la creación artística, un modo de aprehender la vida, un medio de la memoria y de la trascendencia. Retratar para captar y capturar, para recordar y testimoniar, para concebir y distinguir, para sujetar, asimilar e interpretar. 

Aunque la imitación de lo visible y su captura realista aparezcan como las máximas e innatas aspiraciones del Retrato Pictórico, Retratar no significa ni única ni necesariamente la imitación fehacientemente exacta de los semblantes y los cuerpos. No es la reproducción automática de los rasgos como quien saca una idéntica horma. Un  Retrato no es un molde de cera, no es una copia; como no lo son ninguna de las Obras que la Pintura ha creado a lo largo de los siglos, incluidas las que se juegan su estética en el realismo más riguroso o en la hiper-realidad más extrema. Por encima de los cánones y las tendencias estilísticas de cada tiempo, la verosimilitud del Arte del Retrato se encuentra en la fundación de otras realidades que se develan en el escudriñar en los semblantes y en los cuerpos. Es la pesquisa indagatoria de "lo invisible", aquello que compone un rostro y define sus facciones y atributos, su carácter; aquella emoción que puntualiza una complexión determinada, aquel pensamiento que cae junto a la mano que cae, el porque se enerva una piel o el porque languidece una mirada.  Ya sea desde lo sintético o esquemático, ya desde lo figurativo, lo estilizado o lo abstracto, ya desde la semejanza visual o desde una deformante transgresión es "lo invisible" lo que anima a la reproducción inanimada, el ánima del Retrato, su más genuina realidad. 


Francisco Dominguez Penis
 retratado por
CARLOS SALAZAR

Ven a Una Idea Mucho Arte

Este Retrato trasgrede las ordenanzas formales y significativas usualmente cumplidas en este género pictórico: fondo -que a veces tiene preponderancia como clave decorativa o por su tratamiento formal- y figura como exclusivos elementos de la composición; la significancia única o mayoritariamente centrada en el rostro, la captación de algún gesto corporal, el color como elemento neutral o, por el contrario, como clave de la comunicación. Aquí, se agregan elementos decidores en términos de Contenido y  la construcción del retratado apela a una doble dimensión como si, precisamente, se desdoblara en un plano físico y en un plano mental y la ventana fuese el umbral entre ambos mundos. Considerando la apertura interpretativa que se genera, siento que ambas esferas de lo humano – el cuerpo y la mente- se escinden definiendo un resultado estético que amplía las posibilidades del tema y sus significados. Más que la incorporación de lo surreal o lo onírico, pareciese que al hurgar en la piel y en las facciones, en la gestualidad, en la mirada y el brillo de los ojos, el artista accediese al contenido mental y lo proyectase fuera: símbolo, arquetipo, emoción o pensamiento, evocación o deseo.

La mujer, en primer plano tratada composicionalmente de tal modo que no resta un ápice de importancia al retrato mismo, empequeñecida a la vez que sumamente pregnante, duerme aferrada a un libro abierto. Una imagen cautivante y provocadora que sugiere al inconsciente. En ella se produce un contrapunto con el Color atmosférico y ambiental y aparecen notas en rojo, azul y blanco que le unen al fondo y a la figura principal.

El rostro del retratado es tratado con un realismo de gran expresividad y con un toque distorsionador que desequilibra las proporciones plasmando el estilo del artista, acentuando el carácter del retratado, otorgándole vitalidad y emoción: la psique necesaria para que el personaje sea una persona irrepetible. Es la captura del misterio que anida en nuestra naturaleza: todos iguales -ojos nariz y boca, tronco y extremidades- sin embargo, todos distintos. La energía que nos particulariza, “lo invisible”. Lo invisible que a la vez nos une.

Se produce la sensación de sincronía entre la fisonomía que se retrata y el tratamiento plástico con el que se traducen dichos rasgos; es decir, entre el paso/traspaso desde el original a la ficción del plano. La noble rudeza que transmite el retratado es reflejada armónicamente en un realismo austero cuyas formas poseen la corporalidad de lo escultórico, capaz de  captar con talento lo esencial: el trabajo de las carnaciones, los relieves y sobrerelieves de la piel, las marcas y el modo de mirar, la forma sutil y a la vez profunda de la mirada como espejo de lo interno, señas éstas que, en suma, definen una identidad.

La identidad del retratado define la identidad del estilo. La identidad estética del artista devela la identidad del retratado, un íntimo y cómplice enlace que implica por parte de ambos coraje y entrega. Una cercanía que siembra entendimiento y fraternidad.