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lunes, 24 de enero de 2011

Cadáveres y Obras célebres (parte 2)

Cristo Muerto
Annibale Caracci, italiano
Oleo sobre tela, Siglo XVI
Solitario, el torso en una diagonal definitoria como la propia muerte. Dicha directriz compone e identifica la escena sumida en la absoluta antítesis que se crea entre el fondo -obscuro páramo- y el cuerpo iluminado. Sin duda, esta pintura de Caracci refiere al Cristo sin vida de Mantegna visto en el post anterior; ambos trabajan los efectos del escorzo, es decir, la representación que acorta, según las reglas de la perspectiva, los elementos que se extienden en sentido muy oblicuo al plano; la semejanza se instala asimismo en la planta de los pies que ocupan el primer plano y en las huellas vívidas de los clavos...  sin embargo, las impresiones que se generan son de índole bien distinta. Es éste un cadáver que apela más a la emoción compasiva y que por tanto mitiga el crudo impacto de la muerte sobre la materia. En contraposición a su prototipo que establecía una figura pétrea y rígida, imponente, solemne, de alcance monumental, este Cristo Muerto apela a una blandura en las formas y a una laxitud en el dibujo que permite a pesar del tema, a pesar de los estigmas y la sangre, la conquista de cierta placidez que alude más al descanso que al martirio y convoca  al recogimiento por sobre la desolación. Pareciera ser una carne dúctil que se ha entregado mansamente. La torsión radical del cuerpo contribuye en ello así como la mano que está a punto de caer.


La crudeza y la inclemencia del suplicio se hacen presente mediante los denominados Instrumentos de la Pasión, en este caso: clavos, tenazas -para extraerlos- y la corona de espinas. La presencia -en primer plano- de estos signos, genera un contrapunto, una tensión entre el sosiego del fallecido Jesucristo y la crueldad de dichos elementos, la misma que se repite en la sombra abisal del fondo y la luminosidad magnánima que cae sobre los restos. 


Las dos pinturas que revisaremos a continuación tienen en común su raigambre con la realidad, es decir, ambas situaciones efectivamente sucedieron y esos cuerpos muertos efectivamente existieron siéndoles arrebatada la vida -por distintas causas- de manera violenta. 
La lección de Anatomía del Dr Tulp
Rembrandt, holandés
Oleo sobre tela, Siglo VXII


De los mejores retratos grupales que consigna la historia de la Pintura, La lección de anatomía del Dr. Tulp es una Obra por encargo que retrata la disección de un delincuente ajusticiado. Rembrandt encuentra en este escabroso motivo, un soporte perfecto para instaurar el claro oscuro como técnica y como símbolo: medias tintas, pasajes de luz y sombra, focos potentes de oscuridad e iluminación, van configurando junto a la composición piramidal - ascencional de los personajes, el escorzo lateral y la gestualidad de los retratados, un todo penetrante que, paradojalmente, se percibe inmensamente vivo. No solo se representa al médico eminente que enseña a sus asombrados aprendices si no que también se "personifica" la atmósfera del momento -tanto física como psicológicamente-. Las miradas no se topan y de tal modo se crean  diversas direcciones visuales que estructuran un entramado invisible pero omnipresente que atrapa al espectador haciendo que se inmiscuya en la escena activamente. Los rostros nos muestran de manera nítida la graduación de los tonos de luz y sombra, el paso de un estado a otro tal y como el paso desde la vida hacia la muerte. Notable es la diferenciación que Rembrandt realiza entre el blanco albo y pregnante de las telas (cuellos y sábana) y la textura dorada de las luces.

El motivo central -el cadáver- de por si genera un eje de atención insoslayable. Y si a ello sumamos la poderosa incidencia de la luz, supondríamos que la percepción del espectador quedaría allí atrapada, Rembrandt se cuida de ello y consigue magistralmente que el resto de la imagen sea igualmente atrayente en un equilibrio perceptual perfecto.

El negro de los trajes genera formas abiertas que borran los contornos y que contrastan con el poderoso foco de luz sobre el cadáver de cerrados trazos. En este detalle podemos apreciar la disección que se realiza sobre el brazo; se trata del único toque de color que, por cierto, sin esquivar la apariencia interior de la carne humana, aparece contenido, suavizado y filtrado incorporándose sin estridencias. Nuevamente el pintor cuida la armonía del todo y controla el desboque de alguna de sus partes.


La Muerte de Marat de Jacques Louis David aúna dos factores que la convierten en un afamado hito; por una parte inmortaliza un hecho real -el asesinato del revolucionario en manos de Charlotte Corday- y, por otra, es un prístino ejemplo del canon neoclásico que caracteriza a este artista y a su época: montaje escenográfico, teatralidad, predominancia de la forma por sobre el color y dibujo riguroso por tanto, claridad y orden; un estilo que podría entenderse como eminentemente racional y estructurado dentro del cual la materia pictórica sufre una metamorfosis que otorga a la figuras una condición escultórica, como si de un épico monumento se tratasen. Evidentemente, el crimen perpetrado sobre su amigo personal por lo demás, se ajusta absolutamente a los criterios del Neoclasicismo en tanto arte ético que se autopretende transmisor de valores y virtudes  heroicas, al servicio por ende de determinadas ideologías y  utopías. Mensajes y  conceptos por tanto, se fijan en la Obra con suma relevancia.  Vemos, así, la idealización de las formas, los motivos y los temas, una actitud que también se escapa a lo propagandístico y literario.


La Muerte de Marat
David, francés
Oleo sobre tela, Siglo XVIII

Atractivo es el trabajo del Fondo; "colgado" allí como un telón que utiliza la mancha y las grisallas -sombreados monocromos- yendo desde la claridad a la obscuridad en un proceso envolvente que pudiese sugerir la gesta eterna entre el bien y el mal. La cabeza, señal del deceso, rompe la horizontalidad y verticalidad de la composición imprimiendo dinamismo a la escena en lo formal y dramatismo en su significado. Una expresividad que jamás se desbanda si no que, por el contrario, encuentra su elocuencia en la sujeción del gesto. Algunos han interpretado la postura corporal del personaje como una analogía del descendimiento de la cruz.

Todos los objetos que se representan conllevan un mensaje explícito que narra el acontecimiento y ensalza al muerto y, que según estipula la historia, son ficciones creadas por David para ese fin. La carta, junto al tintero, acabada segundos antes de ser apuñalado como atestigua la pluma en la mano que cuelga, dice: "Entregue este billete a la madre de cinco hijos, cuyo marido ha muerto por defender la patria". Se trata entonces de un funcionario ejemplar, entregado a sus tareas para con el pueblo. Las inscripciones "A Marat, David" (el nombre del pintor en letras más pequeñas reforzando la idea del héroe) y el año dos en tributo al calendario de la revolución. En el suelo, el cuchillo que le ha quitado la vida y en su mano la misiva con la cual  Corday se ha acercado haciéndole creer era una persona de confianza, elemento éste que tampoco concuerda con la descripción histórica del evento. 

Si no conociésemos el relato historiográfico, quizás no decodificaríamos que el personaje se encuentra en una bañera, lugar al cual Marat recurría para aliviar una virulenta alergia que le provocaba feas lesiones cutáneas. Por supu,esto dicha realidad del personaje fue omitida por  David de manera acorde a la idealización de su estilo y, de tal modo, lo que probablemente fue  un macabro escenario se erige en esta tela como un monumento heroico -intachable e impecable- para la posteridad. Posteriormente y sin temor alguno a la inconsecuencia, este artista se transformó en el pintor oficial de Napoleón ( pero eso, es harina de otro costal.)


27 comentarios:

Norma dijo...

Hola Eva, muy buena entrada, de interés e investigación. En los cuadros se vn a la perfección los hombres de la sociedad científica de la época. Particularmente, el tema de Cristo y su muerte me duele, me conmueve y mucho, reconozco que tu trabajo es muy bueno.
Gracias por enseñarnos. Cariños.

Ferchuline dijo...

Terminado!!!
Impresionante Eva Magallanes, no hay dudas de que usted sabe muchísimo de arte.

Una queda embelesada cuando la visita =)

Un beso grande!

Katy dijo...

Como siempre, excepcional. Cómo crítica de arte no tienes parangón caray. Aunque el tema de la muerte no me apasiona demasiado que digamos. Pero el arte es arte y tal vez este sea el de los más difíciles.
Un beso y me alegro que hayas recuperado tu ritmo:)

Tatiana Aguilera dijo...

"No morimos porque estamos enfermos sino porque estamos vivos" Montaigné...
Contundente entrada, como acostumbras Eva.
Un beso.

Emetorr1714 dijo...

"Velar se debe la vida de tal suerte, para que quede vida en la muerte."

Y ese delincuente parece que tiene un atisbo de vida... la justa para que Rembrandt pudiera dejarnos esta maravilla. Es increíble la pintura... la luz que desprende... las nueve caras perfectamente realizadas... si el cuadro fuera de nuestros días, diríamos que es una fotografía. Excelente, me apasiona verlo...

Un beso desde Barcelona

El Drac dijo...

Qué lección de pintura Eva!! Y siento como te regodeas y no escatimas detalle dándonos una sabrosísima descripción. Me has hecho recordar, salvando las distancias, a un presentador de buffet que en un día escuche en la radi; describía con tal afan los platos servidos que ya se me hacía agua la boca!!. Esto pasa siempre con tus entradas mi querida Eva. Un gran abrazo

Natàlia Tàrraco dijo...

EVA, me resulta un placer leer tus detalladísimas, sensibles, eruditas reflexiones sobre este tema de la muerte desnuda en el arte, ahora barroco. Te sigo fascinada.

En cuanto a lo que me dices en mi blog de que te envíe el Cristo de Velázquez lo haré con sumo gusto en formato JPEG, pero o soy torpe o no encuentro tu email, el mío lo hallarás en mi perfil. Aviso que ciértamente es una cricifixión, pero reflejando el cuerpo muerto del Cristo, tal vez ya lo has visto, figura en las colecciones del Museo del Prado. Otra versión de la muerte, del cadaver, para mi magistral en su supina elegancia casi mística, en la absoluta soledad en el fondo oscuro.
Besitooos amiga.

FJavier dijo...

A veces, uno queda seducido por la épica del epitafio que figura en el mármol y olvida por unos momentos el debido protagonismo del difunto que encierra, este queda así relegado a simple pretexto que justifica la inscripción de la lápida y explica ese cierto sentimiento de culpa que después provoca, como un reproche del más allá.

Tus textos, Eva, adquieren mayor protagonismo que los cuadros de los que hablas y, así también, estos se convierten en tímidos pretextos de una casi prescindible iconografía.

Enriquecimiento y placer a partes iguales.

Gracias.
Un abrazo.

◊ dissident ◊ dijo...

Los cadáveres pueden transmitir muchas cosas a quienes los contemplamos. Por mi trabajo ya sabes que estoy expuesto a esa visión a menudo y puedo afirma que hay cadáveres que son realmente bellos incluso en sus desmandejadas formas. Recuerdo especialmente uno que yacía en una ama como un verdadero cristo contemporáneo...

Supongo que, afortunadamente es arte efímero en mi memoria.

Un abrazo

Francisco Espada dijo...

Vengo de recibir mi clase de pintura cuando contemplo esta maravillosa entrada: me he quedado arrugado.

Damian Neri dijo...

Lo he disfrutado. Gracias por las clases :)

Como dijo Hipócrates: ars longa, vita brevis...

Juan C. L. Rojas dijo...

Excelente exposición de autores, obras, elementos y técnicas de esta rama del arte y esta temática tan particular, que involucra, además del arte pictórico en sí, variados matices de índole emocional y hasta filosófico que discurre y se transforma en la dialéctica en el transcurso del tiempo.
Un gusto Eva, el haber pasado por el blog.
Saludos.
Juan.

Un par de neuronas... dijo...

Genial, como digo siempre después de tantos años de docencia: "Habla, cuéntame." Creo que las ganas de aprender son una adicción y cada vez necesito más.

Un besito.

Abuela Ciber dijo...

Gracias por comparir ese don que tienes para VER el arte, haciendo que otros, que no sabemos, podamos disfrutar.

Recibe mi cariño

apm dijo...

!Jo Eva, que chulada de blog que tienes!, ya te digo que me tendrás aquí cada dos por tres porque me encanta la pintura y el arte... tu entrada, interesantísima donde las haya, y... me has recordado mucho a mí misma cuando hablabas del congelamiento provisional del blog (más feliz que una perdiz, creo que se llama la entrada), pues a mí el microsoft me mandó un e-mail matador diciendome que tenía que migrar el blog al WordPress.com o me lo cerrarían, porque Spaces (donde estaba mi blog) se cerraba... angustiaíta estuve bastante tiempo, y sin saber cómo leñe se migraba un blog, cuando las migraciones en realidad son pa los patos, que no pa los blogs... pero en fín, me repuse -con ayuda, claro-, y por si las moscas, en un Plan B, me creé otro blog por si finalmente me cerraban el que tenía... y, como tu dices, a empezar de nuevo sembrando una nueva semilla y esperar que germine, y resulta que ahora tengo dos, porque después de todos los cien mil cambios que hice huyendo de la pira, el blog sigue vivito y coleando... al menos de momento.
Me ha encantao leerte.

Mil besitos gordotes

mária dijo...

Me he dejado deslizar por todas las palabras.
El tema se las trae, pero en todo puede haber belleza.
Un abrazo.

Mar dijo...

Impresionante entrada. Es una lección magistral. ¡Cuánto se aprende!.

Gracias y saludos.

PACO HIDALGO dijo...

Qué buena, pero que buena estas dos entradas sobre la muerte humana en el arte. El escorzo de Carracci también es soberbio, tan intenso como el de Mantegna. Y que decir de esa lección de anatomia de Rembrandt, prodigiosa. En fin, enhorabuena por estas doctísimas entradas. Un abrazo.

Norma dijo...

Eva, cómo andás?, te invito a que pases por mi blog, tienes un premio que retirar.
Cariños. Sé feliz.

PRINTOVA dijo...

La lección de Anatomía del Dr Tulp de Rembrandt es un cuadro que desde muy pequeñita me cautivó, tenía un vecino mío (padre de una amiga de la infancia) una reproducción en su salón, al principio era pánico lo que sentía al verlo, no entendía como podía tener un cuadro así, y años más tarde fue curiosidad y admiración cada vez que lo miraba.
Por ello sin dudarlo de los tres que nos hablas el preferido es este, porque en cierta forma es como que me ha acompañado en gran parte de mi vida.

Excelente trabajo Eva.

Un besote enorme.

Natalia Astuácas dijo...

Amiga ¿qué estás haciendo?

Es como si estuviese descubriendo una "nueva" Eva... tus escritos me lo dicen todo. Y así voy, leyendo sorprendida.

Aún no entiendo lo entiendo lo que quiero decir, ya había leído el anterior, y ahora este.

Es como si no hubiese leído un aviso, como si me hubiese perdido una parte de algo.

"...y esos cuerpos muertos efectivamente existieron siéndoles arrebatada la vida -por distintas causas- de manera violenta."

calamanda dijo...

Hola, es un placer para mí conocer
tu blog, es estupendo.

Saludos.
Un cordial abrazo.-

Rayén dijo...

Hola Eva:
He venido a visitarte y a agradecer tu visita.
Son muy interesantes tus entradas.Te seguiré para volver con calma.
Un abrazo y hasta pronto!!

Marisa dijo...

Un gran trabajo Eva,
cuánto talento la
de estos pintores
capaces de transmitir
todo lo que entraña
un cadáver y la muerte.

Besos

LaCuarent dijo...

Ha sido toda una lección de arte y conocimiento la tuya amiga.
Besos

Ana dijo...

Hola Eva! No sabés cómo disfruto leyendo tus entradas, y cuánto que aprendo. No conocía ninguna de las obras y con tus explicaciones fue como una visita guiada al museo. Increíbles todas las obras.
Un abrazo!

PD: Vasalissa está en proceso... Hasta pronto!!

Maite Sánchez-volarela dijo...

El primero, el que más me conmueve, más que muerto parece que esté durmiendo muy plácidamente. Ese escorzo tiene una gran fuerza; como tú tan bien expresas; la diagonal elude la presencia de la muerte que tan sólo clama sus derechos en esos clavos y heridas.
Del segundo me sorprende la tremenda indiferencia con que se contempla la muerte, y es que la ciencia no sabe de emociones; Es un cuadro de diálogos, una escena viva: uno instantáneamente "escucha" el discurso del maestro y ve el efecto que éste causa en las miradas de sus oyentes. Después "oye" el silencio del muerto y siente el vacío de los objetos.

Y en el tercer cuadro destaco, eso que tan bién describes, un monumento al sacrificio, aunque el patetismo del acto esté "congelado" de belleza.

Gracias por hacernos ahondar en las obras de arte. No sabes cuánta vida cobran al pasar por tus palabras.
Un afectuoso saludo.