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sábado, 12 de enero de 2013

Intrusión



Aquella mañana, con el mismo movimiento automático de todas las mañanas, abrí el correo y su nombre en la bandeja de entrada me dejó estupefacto. Imposible creer que un muerto me estuviese escribiendo. Y no cualquier muerto además, si no uno que había aparecido en las primeras planas de todos los diarios, cuyo nombre se había pronunciado hasta el cansancio en las emisoras radiales y en los noticieros de la  televisión. De no ser por ello, jamás hubiese recordado que con Aníbal Verdejo habíamos compartido aulas escolares en la infancia. En rigor, no lo recordaba; difícilmente podía yo evocar las fisonomías de esos compañeros confinados en la niebla del tiempo y del olvido, sin embargo, por esas misteriosas tretas de la mente, la sucesión de apellidos que configuraba la lista -que a diario- el profesor de turno entonaba cual letanía; ese rítmico recitar de identidades encapsuladas en nomenclaturas llamadas nombres, esa progresión, jamás se borró de mi memoria. Y tampoco hubiese yo constatado dicha destreza (inútil por cierto) de no ser por la sangrienta y masificada noticia. Bastó que escuchase esas dos palabras: Aníbal Verdejo, para que como en una cascada cayesen uno a uno aquellos apelativos sin rostros. Mas, el asunto fue que en medio de la batahola mediática que causó el cuerpo desmembrado de Verdejo, desperdigado por numerosos sitios "nada santos" de la ciudad, aparece este mensaje suyo en mi correo electrónico y en cuyo asunto y con mayúsculas se enfatizaba: esto no es una broma, soy yo, Aníbal Verdejo, camarada suyo en el Instituto Pacífico. A continuación me indicaba día, hora y lugar para encontrarnos. Por supuesto pensé que se trataba de una broma. De pésimo gusto claro está. ¿Pero quién y para qué querría mofarse de mi y del pobre difunto de esta manera?. Pensándolo bien era más macabro que un vivo se interesara en descolocarme de tal modo a que el mismísimo Aníbal se estuviese comunicando conmigo desde la ultratumba. A decir verdad, nunca supe si este Verdejo era el mismísimo Verdejo ni si este mismísimo Verdejo correspondía efectivamente al infante ( o más bien al nombre del infante)  que  yo recordaba en la nómina escolar.

No paró de hablar. Parecía repentinamente liberado de un perpetuo silencio. Se enfrascó en un monólogo que deambulaba por una serie de tópicos que en un principio me parecieron inconexos hasta que no se si él, o yo, o ambos o un artilugio fuera de nuestras conciencias, estableció una lógica tan taxativa como la sucesión de patronímicos y sus consiguientes respuestas: presente o ausente. La ausencia era gritada a voces por todo el curso. Esta dialéctica amputó de cuajo mis propios racionamientos y, simplemente, acepté con absoluta normalidad la absurda situación a la que me enfrentaba. Cuando llegué al estadio, el mismo al que ibamos de niños durante las clases de Educación Física y le vi, mórbido, con un bigotillo imberbe que parecía perderse en medio de los mofletes; no pude evitar pensar en el arduo trabajo que hubo de tener el criminal para descuartizarlo y avergonzado de tan cruel pensamiento, intenté evocar al Verdejo de la infancia. Nada; mi cerebro no registraba a ningún alumno gordo ni con esos ojos grises tan tristes ni con ese pelo cobrizo ensortijado ni con ese don seductor de la palabra.  Luego de una serie de filípicas que ahondaban en tortuosos recorridos por la soledad y la devastación y en las marcas recalcitrantes que los traumas dejan para siempre; me solicitó le hiciese un favor, una simple ayuda que me permitirá por fin  -dijo- desprenderme de esta pesada anatomía y disfrutar de la ingravidez que ni siquiera la mutilación ha logrado darme.

Lo hice, llevé el sobre a la dirección que me indicó; un caserío a mal traer y aparentemente deshabitado. Tras haber dado fuertes golpes al portón sin haber obtenido respuesta alguna, una punzada de terror se me clavó en el estómago al pensar que había caído en una alevosa trampa, que sostenía en mis manos evidencia incriminatoria, que en cuestión de horas sería yo sindicado como el psicópata descuartizador de Verdejo. Sentí el crujir del picaporte, la pesada puerta se entreabrió y la cabeza rapada de un muchacho apareció ante mi. Sus ojos se clavaron en el sobre, de un manotazo me lo arrebató y sus mejillas se cubrieron del característico rubor de la verguenza.

Al llegar a casa, encontré en el buzón la cuenta de internet; al leer la factura reparé en que Abarzúa, mi apellido, siempre fue el primero de la lista.



25 comentarios:

Carlos Augusto Pereyra Martínez dijo...

LO cuentas de tal modo que no parece ficción, sino realidad: Muy buen relato...y ese final...después de los espeluznante, quedarse a repararan en una minucia: el lugar del apellido en la lista escolar. UN abrazo. Carlos

Maritza dijo...

Buenísimo relato, que atrapa desde el comienzo, de fácil y comprensible lectura, y su fondo...ay, cómo decirlo,es como un cuadro surrealista, que interactúa perfectamente con la mirada del lector.

Abrazos miles,Eva.

Katy dijo...

Imaginación al poder:-) Genial y terrorífico relato que te mantiene muy pendiente de la lectura hasta el final,. Muy buen desenlace.
Curios recordar como algunas listas del colegio se te quedan grabadas, yo también las recuerdo. (Espero no encontrarme con ningún descuartizador)
Bss Eva, me alegro saber de que estás bien.

San dijo...

Todo un relato, atrapante, uno se ve envuelto en la historia. No se yo si es bueno ser el primero de una lista...buenisimo final.
Un abrazo.

Francisco Espada dijo...

Cuando la ficción se reviste de verosimilitud, se hace acto vivido. Buen relato.
Saludos

Anónimo dijo...

Me ha parecido un gran relato, en todo momento quedas atrapado por la la trama.
Un saludo.

Mari-Pi-R dijo...

Una buena trama hasta el final me has tenido atenta, un abrazo

PACO HIDALGO dijo...

Bastante tétrico el relato, pero me quedo con dos cosas: a veces, ni los muertos descansan o no lo dejan descansar; la otra es la definición que has dado de los nombres: identidades encapsuladas en nomenclaturas: me parece genial. Hoy nos has dejado un relato poderoso, soberbio, a la altura de La Cala. Abrazos, Eva.

Antorelo dijo...

Magnífico relato en el que has dosificado la intriga de forma magistral.
Saludos

Unknown dijo...

Muy buen relato, con hilos conductores y ritmo especificos y bien dosificados. Le encontre buen lenguaje y elegancia.
Saludos!!!

Natàlia Tàrraco dijo...

De la primera de la lista al último con V, se quedó en la retina de la memoria y luego jugó su juego el relato, la muerte despedazado, la catarata de recuerdos, lo imposible, el miedo, la intriga, la pura fantasía, inquietante y genial.
Besito en lunes, que tengas una nuena semana Eva, me alegra leerte siempre, no tardes tanto y cuídate amiga.

Belén Rodríguez dijo...

Regreso tras un largo paréntesis a ponerme al día.
Curioso relato que me ha puesto los pelos de punta.
Un placer volver a leerte.
Besitos.

Felicidad Batista dijo...

Eva, feliz de volver a leer tu faceta narrativa.
Un relato trepidante que nos mantiene en tensión en ese listado interminable de nombres y posibles pistas que den con la resolución de la intriga.
Tu historia me llevó a mi lista y a la zozobra que me ccausaba estar siempre en las primeras nominaciones de culaquier tarea, actividad, etc, por aquello de estar ubicada en la segunda letra del abecedario. Cuánto deseé el anonimato o la exposición tardía de la X, de la Z o de la Y.
Una trama que nos captura hasta dar con el alfa que nos abre las claves del relato.
Un abrazo grande y muy -bastante- cercano

MAR dijo...

Impresionante!
Eva realmente me capturas en cada post, y eso que tengo deficit atencional, yo contigo logro llegar hasta el final de lo que escribes como si fuera el comienzo.
Un abrazo enormeeeeeeeeee.
pd
Estoy media dispersa, escribo algo, me arrepiento, lo mando a borrador, ni yo me entiendo, pero en fin la creatividad es lo que cuenta.
tq amiga, besos para ti y un lindo verano.
mar

Nieves Martín dijo...

Me he dado cuenta que era ficción ya con la lectura avanzada, resulta tan intrigante y está desarrollada en un ámbito tan cotidiano y habitual que parece real...
No puedo decirte otra cosa que me ha encantado y me ha tenido en suspense hasta la última línea.
No hay nada mejor que eso no?

Un beso :)

Adriana Alba dijo...

Excelente relato...me atrapò de principio a fin.
Una vez me dijeron que las computadoras tienen vida propia y a travès del èter envìan mensajes para descifrar...no me extrañaria,pero no quisiera que me llegara uno asì jajaja.

Un beso EvaCala!

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Siempre pensé que los primeros de la lista tenían la mala suerte de ser los que los profesores más recordarían a la hora de llamar para dar lección o para identificar en caso de aplicar reprimendas. En cambio, los afortunados cuyos apellidos comienzan con V o con Z esos, según mi forma de ver el asunto, siempre saldrían más beneficiados a la hora de recordar identidades. Parecería que para tu personaje se cumplió mi pálpito jejeje

Abrazos.
=)

Nómada planetario dijo...

Bien trabado el relato, lo de las listas de las clases es algo que permanece mucho tiempo. Los apellidos que empiezan por A, tienen sus ventajas e inconvenientes.
Saludos.

FJavier dijo...

Me recordaste a @Bonxiorno cuando escribía ayer:

"Me levanto y descubro que en la noche, sobre un pedazo de pared, mi sombra escribió su biografía"

Besos

Unknown dijo...

!!Hola,Eva!!

Esplendido relato,soberbio.
Te adentras en lo cotidiano buscando el lado retorcido de la historia,jugando con la percepción del lector.
Felicidades,ha sido gratificante leerlo.Me entusiasman los relatos de terror.
Me encanta q hayas vuelto a escribir,y a demás con una entrada fuerte,vital y poderosa.

Muchísimos besitos,Eva.

Rembrandt dijo...

Querida Eva,que estupendo relato, aterrador por cierto, seres venidos de ultratumba que imaginamos que no han encontrado la Paz, cómo podrían si todavía en muchos casos no se ha hecho justicia.
Pienso que pudo originarse en un sueño, más bien una pesadilla, lo que haya sido se tradujo en un texto impecable, amiga mía tu pluma es maravillosa.

Besos muchos desde el otro lado de la montaña.
REM

Manuel dijo...

Hola Eva. Que apuro, que miedo, me has tenido tenso mientras leía tu relato.
Muy interesante y felicidades por plasmar tus emociones (porque parece real) con tanta maestría.
Un abrazo.

Luis de Burg dijo...

ingenioso el texto, más que entretenido fue casi de suspenso, hermosa la forma de natrrarlo atrapando al lector como siempre, no pierdes tu modo ni tu tino al escribir, aunque no lo habeis firmado, supongo ante todo que es propiedad tuya, ya que sin una firma se adivina que es propiedad del dueño del blog, pero de todos modos me quedó cierta curiosidad, que por más que lo volví a leer, no me saqué de las dudas, el tipo, el muerto, estaba muerto?, si estaba muerto, como podía comunicarse? más si estaba descuartizado, no le sería un tanto difícil? y si estaba muerto, no debió aparecérsele en la habitación de nuestro portagonista en vez de citarlo en un lugar lejano? para los muertos no existen distancias, ya que se supone que están en una dimensión diferente, es más, si pudo cargar el sobre hasta el lugar de la cita, para qué molestar al protagonista si él mismo pudo haber metido el sobre bajo la puerta? para un muerto que no tiene cuerpo, un sobre debe de pesar toneladas.....

Myriam dijo...

Hola Eva, hoy me vine con tranquilidad a instalarme en tu casa y me encuentro con este magnífico relato, cuyo ritmo y suspenso me atrapó. Me encantó que el muerto Vermejo fuera a ver a Abarzúa. En la lista, hace el relato circular.

Besos

عبده العمراوى dijo...




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