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sábado, 15 de enero de 2011

Cadáveres y Obras célebres (parte 1)


Detalles del Cristo Muerto de Holbein, el joven
óleo sobre madera
Renacentista Alemán
El cuerpo sin vida de Jesucristo ha sido un motivo recurrente en la historia de la pintura generando -a partir de la crucifixión- infinidad de escenas que plasman fragmentos de su pasión desde la más amplia variedad estética. Diversos maestros del arte universal y en diversas épocas han incorporado en su obra Descendimientos, Lamentaciones, Entierros y Pietás ensanchando el horizonte del arte religioso. Formando parte de esta línea iconográfica, la representación que se centra únicamente en su cadáver, usualmente denominada Cristo Muerto, ha sido mucho menos abordada; generalmente dichas creaciones levantaron polvareda en su momento, fueron fuentes de polémicas y recibieron severos cuestionamientos. Nada de ello impidió ¡gracias a Dios! que se convirtiesen en insignes Obras de Arte.


La materia muerta yace en absoluta soledad, no está la Madre ni los personajes que suelen incorporarse en esta temática, no hay ángeles ni lamentaciones ni llanto, sólo el cuerpo solo  que se basta a si mismo para expresar intensamente. En ese abandono estático -una desolación que no es piadosa ni compasiva si no más bien aguda y vehemente, germina el sello que constituye a esta pintura. Es el hecho de la muerte el que se estampa, es la carne despojada, vaciada y condenada la que se estampa, el artista desecha la sangre como fuente de expresividad de la tragedia, las huellas del martirio -clavo y lanza- se manejan con discreción y son rostro y mano sus epicentros significantes. Nadie le ha cerrado los ojos a este Cristo muerto, la boca, igualmente, permanece abierta; recoge Holbein la expresión y el gesto del momento exacto y los fija con extrema contundencia. Es la soledad del bienaventurado ante la ceguera y el desamor del mundo, la desolación de todos los cuerpos muertos. La mano crispada y levemente amoratada, brutal, deja helado al espectador;  huesuda, como anticipando la osamenta, como las raíces de un árbol, como un arácnido herido letalmente. La barba adquiere relevancia marcando una diagonal ascendente en contrapunto con los pies y con el pelo que cae obscuro contrastando con la blancura de la sábana. Cabe destacar en esta mirada lateral, el realce del pene y del ombligo, diminuto elemento éste que juguetea con la marcada depresión del abdomen y el abultamiento  de las costillas. 

Sudario y estigmas entonces, aparecen disminuidos en cuanto al valor simbólico de los mismos y la carga de los símbolos se traslada a los elementos puramente corporales. Sin embargo, cromáticamente, sobresale el blanco enceguecedor de los paños.

El dolor y el placer parecen aunarse en su mirada y en los labios entreabiertos, una violencia erótica que enfrenta a tánatos y que parece coagular en la luz del tórax trabajado magistralmente de manera anatómicamente perfecta. La presencia divina se aloja allí, en los huesos y en los músculos que nos muestran la bella maravilla con la que se entrelazan dándonos el inmejorable sistema que nos sustenta.


Si la cultura y las enseñanzas religiosas pudiesen ser omitidas en nuestra percepción, el Cristo Muerto de Holbein sería un cuerpo muerto NN en una sala de autopsia o a la espera de  la sepultación.
Cristo Muerto, Andrea Mantegna
óleo sobre tela
Renacentista Italiano
El inmenso aporte de esta Obra se concentra en su innovador, osado e implacable escorzo llevando Mantegna el emblema formal y estético del Renacimiento -la perspectiva- a un elevadísimo grado que incluye la distorsión matemática de las dimensiones y la deformación de las proporciones clásicas. Todo ello, sobre la figura del cadáver de Jesucristo. 


Paradojalmente cumple -y más que el Cristo de Holbein- con las convenciones temáticas de su época y con la entrega de signos que nos hablan del ritual seguido tras el fallecimiento del crucificado: presencia de la Virgen ( la que se ve más claramente en la fotografía), de San Juan Bautista y de una tercera figura que se ha asociado con María Magdalena, presencia, por tanto, de las lamentaciones y el sufrimiento de los deudos; la anaranjada losa de mármol donde se ha depositado al occiso -la piedra de la unción- para ser perfumado antes de la sepultación y la vasija con aceites ubicada en el costado contrario de los personajes y que en la imagen no se  visualiza. Más, todo este aparataje consensual queda en segundo plano ante el imponente enfoque sobre el cadáver y ante ( al contrario de Holbein) la impetuosa y  descarnada comparecencia de los estigmas y el sudario. La sábana se transforma en el soporte para que el artista trabaje con una óptica prácticamente escultórica sus pliegues y dobleces, sus planos y volúmenes como si se tratara de un laberinto de formas sobre las piernas y los genitales del Maestro. Estos,  se establecen como el centro de la composición, el punto geométrico desde el cual se distribuyen las líneas de fuerza y las energías que se desplazan por la tela.

El rastro de los clavos se adueña de la imagen, en los pies que acaparan el primer plano y que ostentan una magistral traducción de los dedos vistos desde dicha posición; y en las manos dispuestas de tal manera que ostentan los orificios como si fuesen preciosas gemas. El tórax, como en Holbein, recibe la luz  y juega con las tonalidades de la piel muerta y el naranja de la piedra. 


El Cristo de Mantegna duerme; ojos y boca se encuentran cerrados y la cabeza ladeada en un gesto más bien severo. Destacan, sin duda, los orificios de la nariz que observados en consecuencia con el desafiante escorzo, adquieren una inusitada prominencia. 


Las dos obras que hemos abordado trabajan las luces y las sombras creando una atmósfera  acorde al traspaso de sentido, emociones y significados; comparten un enfoque carente de todo idealismo en cuanto a no mostrar los restos de Cristo morigerando la realidad humana del deceso; antes que todo se tratan de espléndidos y concienzudos estudios de un cuerpo muerto que subvierten la retórica y la imaginería establecida, que inauguran nuevas formas composicionales y que, por ello, son grandes hitos en la pintura universal.


En el próximo post:

Cristo Muerto
Caracci
Barroco Italiano



Cuerpos Muertos que no son Cristo
Detalle de la Lección de Anatomía
Rembrandt, Barroco Holandés
La muerte de Marat
J.L. David, Neoclásico francés

29 comentarios:

Francisco Espada dijo...

Un estudio francamente bueno y pormenorizado.

Natalia Astuácas dijo...

Eva querida.
¿Es aquí dónde debo estar?

Con el congelamiento y decongelamiento de tu blog no sé dónde es que debo estar.

Además yo pertenecía al Rincón de Nuke, ja ja ja, ese era mi lugar, mi hamaca, así que ando un poco perdida.

Me disculpartás.

Un abrazote, espero estés muy bien, siempre pá lante.

Cuidate guapa.

El Drac dijo...

Como se nota que has vuelto pletórica de energías ¡qué bueno! así disfrutamos y nos llenamos de arte y de cultura. Un gran abrazo Eva

Natàlia Tàrraco dijo...

Eva, estas dos obras maestras renacentistas describen al Cristo muerto como un cadaver humano, lejos de divinizarlo, el primero de Holbein llega hasta el tremendismo desgarrador, una figura horizontal abandonada con la expresión del dolor infinito rozando, como dices, lo místico, lo erótico, esa última erección, el ombligo salido con el gesto de la mano que parece una queja jamás escuchada. El escorzo magistral de Mantegna describe de una manera cárnica, blanda, mórbida, el cuerpo sin vida pero con la sonrisa como de reposo, el detalle de los pies con los agujeros ya es mítico. Nada idealizadas las figuras llorosas, plañideras viejas.
Te aplaudo este artículo muy acertado, intensísimo, elocuente, y si me lo permites, proclamo que para mi, el mejor Cristo muerto de la historia del arte es el de Velázquez, supina elegancia, respeto, emoción contenida del cuerpo esbelto y bello, muerto y pálido, único en el lienzo, sin excesos de sangre, sin derrames, caido, y medio rostro oculto por los cabellos de un castaño sublime. Cuanto respeto y cuanto silencio contiene ese cuadro clavado en el fondo negro.
Besitooos, un placer leerte.

FJavier dijo...

De nuevo el placer de leerte.

Me resulta curioso que ahora hables de la muerte cuando tu blog acaba de resucitar. Una aparente coincidencia que no distrae de la enorme belleza que nos muestras y que bien pudiera buscar una reivindicación de la vida.

En mi opinión, el cadáver de Hans Holbein el Joven (El cuerpo de Cristo muerto en la tumba - 1521) es más auténtico, más fiel a una verídica descripción emocional de tánatos. Algo que Andrea Mantegna (Cristo muerto – 1480) supedita, en mayor medida, al arte mismo (debido seguramente al perspectivismo e intensa definición plástica propia de los toscanos).

En cualquier caso, tanto para los autores como para el espectador, considero imposible abstraerse de la relevancia del personaje representado en la obra. Tampoco es necesario.

Bellísimo, Eva. Mi enhorabuena.

Katy dijo...

Bienvenida a tu casa querida Eva. Y lo haces como siempre por la puerta grande. (menos mal que te has descongelado:) Una bella y acertada descripción de los cuadros elegidos, con tu lenguaje habitual, al que nos tienes acostumbrados (envidiable)
Un beso

mária dijo...

Si, es un placer leerte. Me dejas embelesada con las palabras.
Te traería un ratito todos los días a mi lado y te dejaría que me contaras lo que quisieras.
Un abrazo enorme y descongelao.

Adriana Alba dijo...

Hasta la muerte se ve diferente contada por vos!

Impactantes las pinturas, creo que esos artistan tenían un Don.

un abrazo inmenso Eva.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Sigo maravillándome, Eva, de tu capacidad de análisis y contundencia a la hora de comentarnos y "meternos" de lleno en una obra de arte.
Es un placer leerte -no me canso de decirlo- y aprendo muchísimo cuando nos ayudás a desglosar lo que quizás vemos, pero no logramos descifrar en plenitud.
Me alegra que La Cala haya vuelto a la normalidad!

Te dejo un abrazo!

Tatiana Aguilera dijo...

¡Qué tema Eva!, no es fácil hablar de la muerte ni observar imágenes donde el cuerpo ha sido mutilado. Amo la belleza del ser humano, amo su perfección. La muerte es su antítesis, es la palidez extrema, la paralización de los movimientos, el frío, el horror...La pintura de Holbein inquietante, es imposible no emocionarse con los hombros dislocados de Cristo, la vista perdida, la boca seca, y esa mano dañada por los clavos...
Un beso Eva.

PACO HIDALGO dijo...

Soberbio análisis de un tema: la anatomía muerta, el cuerpo yacente sin espíritu, y de dos obras maestras de la pintura. Cierto es lo que dices, hay muchos cristos muertos en la cruz, bajándolos de ella, con los sudarios, en brazos de su madre... pero pocos sólos y sin vida. El de Holbein es más real, más muerto, más fisiológico; el de Mantegna es más sueño, más poético, más simbólico, pero que poderoso escorzo.
En España, en los siglos XVII-XVIII hubo una corriente de excelentes imagineros que reflejaron muchos cristos muertos, con un asombroso naturalismo. Eran imágenes que salían y siguen saliendo de procesión en Semana Santa (suponto que en iberoamérica también habría grandes imagineros barrocos). Algunos están considerados como de los mejores escultores del mundo, tales como Gregorio Fernández, Juan Martínez Montañés, Juan de Mesa...(si necesitas algo pidemelo).
Un abrazo.

Ana dijo...

Hola Eva! Obras maestras, sin duda. Siempre me impactó la forma que tiene un artista de plasmar en una obra un cuerpo sin vida. Una vez en una exposición de Antonio Berni había un cuadro llamado "Vuelos", en el que está el cuerpo de una mujer en una playa. Fue muy interesante la discusión que se generó entre los presentes acerca de si se trataba de un cadáver o no.
Gracias Eva por estas publicaciones que nos ayudan a reflexionar sobre el arte, a saber un poquito más, a aprender a mirar.
Espero ávidamente la parte II.
Un abrazo enorme, Eva.

Natàlia Tàrraco dijo...

Añado Eva, gracias por tu visita a mi blog, siempre la agradezco. Aquí me tendrás en la Cala, esperando los nuevos "muertos", hablar de la muerte en el arte, resulta fascinante, porque todo tema cabe en los pinceles. Besitoooo cariñoso.

MAJECARMU dijo...

Eva,nada es casual y creo ver en tu vuelta una grand fortaleza...Te enfrentas a las distintas perspectivas de la muerte con conocimiento y aplomo,mostrando la realidad,que nos circunda y nos espera...Sin embargo, has elegido el "cadaver de Cristo".Veo en ello tu afán,reflexionando en el Dios que se hizo hombre por amor y llegó hasta el fin,mostrando en su muerte física su cercanía,su igualdad y su humildad...
Este post,no sólo nos enseña tu maestría y objetividad,sino la vigencia del "verbo hecho carne"que permanece en el tiempo y nos "araña la entraña" pidiendo el sitio que le correspoende como RAÍZ Y AMOR PRIMIGENIO.
Gracias por tu visita,sabes que me tienes cerca,te recuerdo,te sigo y te siento,amiga.
Mi abrazo grande siempre.
M.Jesús

U-topia dijo...

Eva que análisis tan completo e interesante. Siempre he admirado mucho el Cristo MUerto de Mantegna.

Se te echaba en falta ehhh

Un abrazo

Marisa dijo...

Querida Eva:

Siempre me he preguntado cuando estoy delante de un cuadro o escultura que refleja el cuerpo muerto de Jesucristo o de cualquier otra persona, de qué medios se valió el autor para plasmar tan magistralmente los detalles que caracterizan a un cuerpo sin vida.
En cierta ocasión, alguien dedicado al tema, me apuntó que muchos artistas se sirvieron de modelos de cuerpos realmente muertos, de ahí la precisión y descripción de detalles tan finamente reflejados.

En cualquier caso, me pregunto ¿por qué nos causa esa expectación, tristeza, repudio, admiración, placer o seriedad, el comtemplar esos magníficos cuadros de cadáveres? ¿No será un reflejo de ese miedo o respeto que se posee hacia la muerte?

Tu crítica artística es maravillosa, Eva, es un placer sumergirse en tus textos, en tus conocimientos y en tu pedagogía.

Un fuerte abrazo.

PRINTOVA dijo...

Extraordinario análisis de estos dos cuadros Eva, aunque mi inclinación es hacia el Cristo Muerto de Holbein que muestra las señales de sufrimiento en su rostro y las torturas a las que fue sometido. En esta pintura esa divinidad desaparece mostrándonos sólo el lado humano, la carne putrefacta y sin vida. Por ello este cuadro causó terror. ¿Quién puede pensar en la resurrección de un cuerpo así? Sin embargo es preciosa esta pintura aterradora.

Un besote enorme amiga.

emejota dijo...

Esos pliegues y esos pies de Mantegna me han impresionado. Gracias por ofrecernos tanta belleza. Un fuerte abrazo.

LaCuarent dijo...

Tu entrada es fabulosa amiga, me ha gusta mucho y en esta misma línea pero en la la escultura imaginare de convido a que veas un Cristo tallado por Francisco Antonio Ruiz Gijón llamado Cristo de la expiración conocido popularmente como "El Cachorro" posee muchas de las características que enumeras, pero en talla claro.
Besos

Balovega dijo...

Hola y buenas noches..

Un estelar estudio de la muerte del Cristo de Holbein, estelar trabajo..

Un abrazo de bellos sueños

Abuela Ciber dijo...

Te deseo que esta semana tus días se vean poblados de buenos momentos.

Cariños
..
Solidaridad:
Ayudar y poner tus capacidades al servicio de los demás. La solidaridad se practica sin distinción de credo, sexo, raza, nacionalidad o afiliación política. La finalidad sólo puede ser el ser humano necesitado. Solidaridad es la cualidad de continuar unido con otros en creencias, acciones y apoyo mutuo, aún y sobre todo, en tiempos difíciles.

Damian Neri dijo...

Me gustó mucho el análisis. Espero el próximo, sobre todo porque incluye "Lección de Anatomía del Doctor Tulp", de mi pintor favorito.

¡Saludos!

Alimontero dijo...

Querida Eva, para mi, llegar aquí, ha sido una gran y grata sorpresa.
He seguido tu huella y me haces sentir muy honrada por ello....

Qué tema amiga, la muerte...y del Cristo!! y de la forma cómo tú lo haces...magistral y pedagógicamente!

Gracias Eva por este gran regalo que me has dado!

Cariños,

Ali

Un par de neuronas... dijo...

Espectacular, la muerte en toda su crudeza putrefacta. Impresionantemente bello, lejos de causar repelús, atrae. Eso es arte pero con mayúscula.

Muy bueno. Gracias por dejarme aprender.

Besito.

mateosantamarta dijo...

Gracias por tu visita, por seguirme y comentar, y, sobre todo por estas extraordinarias reflexiones sobre estas impresionantes obras. Un abrazo desde Madrid.

Aristos Veyrud dijo...

Estas pinturas no engañan, lo que hay allí son dos cadáveres de humanos como resultado de la violencia humana, la humanidad es recalcada en su miseria y cobardía en estas dos víctimas donde las huellas de la tortura denuncian su indefensión.
Como siempre detallas tus análisis con esmero y dominio del tema con lo que uno queda invitado para las próximas ediciones.
Qué buenos están esos temas musicales.
Mi abrazo amiga Eva!!!

mareva mayo dijo...

Ha sido enriquecedor leerte.

Mis saludos.

volarela dijo...

Bárbaro. Ya se ve que estás hecha para el arte. Será un placer seguir tu blog y aprender de ti. Tus observaciones enriquecen los cuadros y pasear por el arte así es un placer (y un lujo).
El Cristo de Mantegna, para mi, es sobrecogedor. Pone los pelos de punta. Y tú has sabido analizar el porqué de esta emoción. Comprendo tu labor porque yo también intento, a veces, tratar de describir a un artista (en mi otro blog "unvientodepaz.blogspot.com")uf, y sé que no es fácil.
Nos seguiremos leyendo. ¡Qué bello es el arte!
Otro fraternal abrazo para ti desde mi orilla mediterránea.

Teresa dijo...

Otra lección magistral, que tanto echaba de menos...

Y quiero darte las gracias por poner un enlace tan bonito a mi blog, eres un amor de persona...

Toda tu eres arte...